Seguramente has escuchado o conocido de primera mano a quienes se quejan constantemente de su mala suerte, sus pocas opciones en la vida, lo desafortunados que son respecto a otros. Pareciera que todo lo que les rodea (personas, amores, trabajos etc.), está ahí con un solo propósito: ¡perjudicarlos!
Si bien es cierto que existen ciertos casos puntuales
en los que una persona realmente puede considerarse víctima de las
circunstancias, como, por ejemplo: cuando sufre una agresión, un accidente,
secuestro, robo o abuso sexual, o la muerte de la pareja (en estos casos hay
motivos de sobra para sentirse víctima del destino).
La realidad es que estas situaciones no son una
constante, es por ello que generalmente quien padece “mentalidad de víctima”
intenta conseguir llamar la atención de otros, o sentir autocompasión.
Muchos escenarios en la vida pueden resultar realmente
injustas, solo de ti depende enfrentarlo haciéndote responsable, o cayendo en
un duelo innecesario que no te conduce a mejorar.
He conocido a muchas personas con este tipo de
pensamientos, y todas buscan “un poco de atención”. Recuerdo un caso muy
puntual: era una estudiante universitaria que alegaba sus fracasos en el ámbito
sentimental, laboral y formativo a cuanto recuerdo le atravesaba por la mente. Ella
era una “verdadera mártir” a la vista de todos, narraba con naturalidad una
violación que sufrió a plena luz del día, en la que (según sus palabras) nadie
la ayudó a escapar del agresor. De igual forma, expresaba haberse enamorado de
un profesor mucho mayor que ella, pero que debido a la esquizofrenia que
sufría tuvo que abandonarlo para evitar que la dañara cuando no conseguía
superar sus crisis. Pero además de esto, ella no comprendía por qué no era
capaz de conseguir permanecer en ningún empleo más de tres meses. Al
parecer “todos la envidiaban” de tal forma que le hacían la vida imposible. Lo
mismo le sucedía con sus estudios. Jamás aceptaba que era irresponsable
con sus tareas académicas, porque nuevamente “en sus palabras” se trataba de la
mala fe que le profesaban sus docentes, quienes, conociendo su precaria
situación económica y su mala suerte laboral, cada día le exigían más y
más. Es decir, había una absoluta negación para aceptar cualquier
responsabilidad sobre lo que le sucedía.
En este caso, quienes la conocíamos un poco mejor,
comprendíamos que su perspectiva de la realidad estaba distorsionada. Respecto
a los estudios, cada semestre perdía calificaciones porque se quedaba dormida o
no entraba a las clases, por lo que jamás sabía que actividades correspondían
con cada docente. Y en el ámbito laboral, sus deseos de llamar la atención
la hacían hablar de más ante los jefes y clientes, situación que incomodaba a
todos, y por ello preferían prescindir de su trabajo.
En todo caso, las verdaderas “víctimas”, eran en buena
medida aquellas personas que apenas entraban en su vida. Porque como no la
conocían, ella conseguía enredarlas con sus lamentaciones, hasta
ganarse la tan esperada admiración, estima y lastima total debido a la “valentía”
con la que había afrontado cada dura batalla de su vida.
Cuando alguien asume actuar de esta manera, pierde
responsabilidad sobre su vida, porque establece a través de sus palabras que
“no puede controlar su destino”. O lo que es igual, llega a sentirse como
una marioneta de los demás.
Pero ¿por qué
las personas eligen ser víctimas?
Si analizas la historia que te narré anteriormente, es
probable que hayas establecido varias de las respuestas a esta pregunta.
En primer lugar, es una forma de sentir que la vida es
más interesante que la de los demás. Así que buscan no solo atención, sino
cierto control sobre la buena voluntad de quien se les acercan. Si los
otros sienten “pena” es más seguro que consigas respeto, afecto y hasta los
favores que busca.
Lo triste sobre quienes asumen mentalidad de
víctima, es que, con el paso del tiempo, llegan a dañar por completo sus
relaciones interpersonales.
¡Seamos honestos!, a nadie le gusta convertirse en el
pañuelo de lágrimas de otra persona, así que, si llegaste a identificarte con
este artículo, recuerda que aun estas a tiempo de hacerte más consciente
de lo que pregonas y de la forma en que anhelas que los demás te perciban. Si
necesitas ayuda, puedes ponerte en contacto con los psicólogos de Mi Psicólogo
Barakaldo en el 675 713 537.