El apego podemos definirlo como un
vínculo de carácter emocional que se establece entre dos personas. Tiende a ser
intenso y duradero y a través de él las personas se sienten seguras y
protegidas. Generalmente se establece en los primeros instantes de vida y la
persona encargada de cuidar al bebé. En la mayoría de los casos, la madre.
El apego le brinda al niño la seguridad
y confianza de saber que alguien cuida de él. Por este motivo el niño se siente
libre de explorar su entorno y experimentar, ya que tiene la certeza de que hay
alguien que lo protege.
De acuerdo a los especialistas, el apego
es un vínculo tan estrecho, intenso y fuerte que prevalece hasta el final de la
vida.
¿Sabías
que el apego no es uno solo? ¿Qué existen 4 tipos? Vamos a conocerlos:
Apego
Seguro
Es el tipo de apego más común que se
establece en la infancia. Si debemos utilizar una palabra para describir a este
tipo de apego, la adecuada sería “Incondicionalidad”. Es que este tipo de apego
está fundamentado en ella. El niño tiene la seguridad de que su cuidador
(padre, madre, otros) siempre están allí, respaldándolo, cuidándolo, preparados
a acudir cuando lo necesite o le ocurra algo.
Para los niños que han logrado
establecer un apego seguro, la vida es bastante más fácil, ya han tenido el
beneficio de contar con padres que han sabido estar presentes, atentos a cubrir
cualquiera de sus necesidades.
Estos niños suelen explorar el entorno
con seguridad y sentirse a gusto en situaciones fuera de su zona de
confort.
En la edad adulta son capaces de
establecer nexos afectivos saludables con los individuos a su alrededor, gozan
de una buena autoestima y no le temen a la separación o la soledad. Es
fundamental en la vida de todo ser humano haber desarrollado en la niñez este
tipo de apego, ya que le ayuda a desarrollar una buena imagen de sí mismo, y en
consecuencia, una buena autoestima.
Apego
Ambivalente
También conocido como apego ansioso, es
un tipo de apego en el cual el nexo que se establece entre el niño y la madre
es de naturaleza muy inestable. Este tipo de niños no muestran una actitud
segura ni siquiera cuando el objeto del apego (madre, padre) se encuentra
cerca.
Estos niños sienten el temor constante
de ser abandonados y requieren constantemente la aprobación materna o paterna.
Las personas que en la niñez
experimentaron este tipo de apego son personas inseguras, irritables, con un
miedo irracional a la soledad. No logran establecer relaciones interpersonales
saludables. Generalmente establecen relaciones de codependencia, las cuales,
sabemos, no son saludables.
Apego
Evitativo
En este tipo de apego, los niños tienen
una total desconfianza en su madre o padre. Sienten que no pueden contar con
nadie y tienen un temor inmenso a ser heridos o lastimados por los demás. Los
niños con este tipo de apego no evidencian su incomodidad ante la ausencia del
padre o de la madre, ya que no tienen confianza en la protección que estos le
pueden brindar. Pero estos no son sentimientos que nacen de la nada, sino que
deben haber sido ocasionados por alguna actitud descuidada o indiferente por
parte de la madre o del padre.
Las personas que han sufrido este tipo
de apego, cuando son adultos no son capaces de establecer nexos duraderos y
estables con ninguna persona. Temen ser heridos y por lo tanto rechazan la
intimidad con otras personas. Por supuesto, no son felices.
Apego
desorganizado
El apego desorganizado es mucho más
complejo que los anteriores, ya que resulta ser una mezcla de los dos últimos. Los
niños que experimentan este tipo de apego tienen una conducta variada: muestran
angustia y temor cuando su madre o padre no se encuentran cerca, pero cuando lo
están, los rechazan. Son muy infelices, viven enfadados y angustiados. No son
capaces de regular las emociones que experimentan.
Los adultos que experimentaron este
apego en la infancia, por supuesto no son felices. No son capaces de establecer
relaciones estables, viven llenos de frustración e ira. Rechazan la intimidad
emocional, aunque quizás en el fondo es lo que más anhelan.
Como puedes ver, lo que sentimos y
hacemos en nuestra niñez repercute directamente en nuestra vida adulta. Por eso
es importante que los padres ejerzan sus roles de la mejor manera posible para
así garantizar la felicidad y el bienestar del niño y del adulto en el que éste
se convertirá.