SÍNDROME DE ULISES

El legendario personaje de la Ilíada, Ulises, también conocido por muchos como Odiseo, el navegante que deja Ítaca su tierra, en la que era el máximo gobernante y donde su mujer e hijo recién nacido permanecerán hasta su pronto retorno. O por lo menos eso creía Ulises, hasta que los Dioses cambian su destino, colocándole las pruebas más difíciles.

Y es a raíz de sus dudas, conflictos internos, miedos y calamidades, que en psicología se les asigna su nombre a ciertas manifestaciones relacionadas con la migración, como una forma de explicar los diversos conflictos emocionales que atraviesan las personas cuando por decisión propia van a radicarse a tierras lejanas.



El Síndrome de Ulises, explica los múltiples efectos que acompañan al migrante, sus relaciones interpersonales, sus propias dudas, deseos de retornar a lo conocido y expectativas ante la incorporación de nuevas costumbres.
Las circunstancias que propician la migración son muy similares de persona a persona, por lo general implica el deseo de mejorar la situación actual en la que viven y con ello ayudar a la familia. Es en sí un acto de valentía, el tomar la decisión de partir, dejando atrás lo conocido, la zona de confort, la familia y amigos.
Toda migración confronta a la persona con otra realidad, costumbres, creencias, modos de ser, lugares y hasta idiomas distintos, por lo que en la etapa adaptativa en nuevas tierras es justo cuando empiezan a surgir los fantasmas de la duda: ¿habré tomado la mejor decisión? ¿hice lo correcto? Junto con los pensamientos de soledad debido a la distancia que lo separa de los seres queridos.

Es cuando la depresión y el estrés parecen mostrar solo el lado negativo de la migración, haciendo a la persona dejar momentáneamente de lado las causas que lo motivaron a emprender el viaje, y peor aún ocasionando problemas psicosomáticos como dolores de cabeza e insomnio, dolores corporales y fatiga.




El Síndrome de Ulises suele superarse a las pocas semanas de estar en el nuevo lugar de residencia, cuando se empieza a trabajar y socializar con otras personas desaparece por completo. Cuando esto no ocurre, es necesario acudir a recibir orientación psicológica.
Es vital para todo migrante comprender que la migración es un proceso que ha existido y existirá por siempre. Gracias a él, la civilización ha avanzado y las culturas se han enriquecido. El migrante no va a conquistar una tierra, por lo que los propios del lugar no son quienes se van a adaptar a él, sino es él o ella quien debe adaptarse.
Tampoco debe sentirse culpa acerca de la decisión tomada, no se está traicionando los principios ni abandonando sus costumbres, tanto la nueva cultura como la propia pueden convivir en paz una con la otra.

Básicamente tendrás la oportunidad de enriquecer el ser humano que eres, crear nuevas historias y permitirles a otros conocer sobre tu gente y tu tierra. Aun cuando no consigas todo lo que esperabas en el país al que llegaste, no debes sentir frustración, cada situación deja un aprendizaje y siempre hay tiempo para recomenzar.