Nadie apuesta porque su matrimonio ponga punto
final en un divorcio. El tiempo compartido, los sueños y las esperanzas se van
por la borda.
La convivencia puede ser una experiencia muy fuerte
porque se trata de dos seres con carácter diferente que buscan coincidir en una
vida juntos. Según la naturaleza de la ruptura, hay elementos trascendentales
como el respeto y la comprensión. Si además tuvieron hijos, existe una razón de
peso mayor para abandonar conductas orgullosas y procurar el entendimiento antes
de asumir una disolución conyugal.
Razones
del “fracaso”
Es importante reflexionar ¿por qué llegamos a este
punto? Obviamente, al preguntar por separado a cada integrante de la
pareja, este siempre alegará que el otro fue el responsable. ¡Pero no es así!
Se está en pareja y ambos son corresponsables de lo vivido.
Pero, ¿es realmente el divorcio un fracaso? Sean
positivas o negativas las experiencias deben vivirse. El divorcio representa
una oportunidad de aprendizaje, de valorar lo compartido y determinar y
solventar los errores de ambos. ¡Solo si no hay aprendizaje, puede hablarse de
fracaso!
Fracasar es una elección personal. Este sentimiento
de estancamiento con culpabilidad y recriminaciones no es positivo para la
integridad del individuo, por ende, enfocar la situación a otros niveles de
valoración y comprensión es necesario para crecer como persona.
En este sentido, la claridad de lo que sucedió y
cómo lo asumimos es muy importante. Experimentar odio, rabia, tristeza profunda
y superarlo, es un paso significativo ya que nos libera para ocuparnos de
nuevas situaciones.
Nuevas
oportunidades
La experiencia se vivió, ¿y ahora?
Dependiendo de cómo haya sucedido la ruptura y de
la conciencia que cada uno tenga de este aprendizaje, podemos abrir espacio a
una nueva oportunidad.
Tenemos una experiencia que nos ayuda a sopesar e
identificar hábitos, actitudes y comportamientos de nosotros mismos que no
logramos armonizar en pareja y nos pone en alertar para evitar caer en círculos
viciosos.
Aunque debemos ser responsables en las nuevas
relaciones, no podemos caer en errores comunes de comparar situaciones y
personas, o que por temor a repetir el mismo escenario evitemos intentar
enamorarnos.
¡Liberémonos de expectativas y predisposiciones y
avancemos en la vida! No existen dos personas iguales, por lo tanto, es casi
improbable que tu suerte te conduzca con otra pareja con idénticas características
psicoemocionales a las de tu ex.
Los
hijos y el divorcio
¡Para ellos siempre seremos sus padres! Con
aciertos y errores, somos héroes en sus vidas.
Si de por sí es traumático perder la unidad
familiar, que los hijos sean testigos de malos tratos, abusos y hasta
rivalidades después del divorcio, garantizará en sus vidas complejos e
infelicidad. Ellos no son culpables de las decisiones tomadas, así que trabajemos
juntos por encima de las particularidades para contribuir en su bienestar.
En
conclusión
Somos seres en constante evolución, no somos
perfectos, ni la vida es un formulario de vivencias en línea recta, inflexibles
e inalterables.